
¿Crees que lo que cuenta
tu marca vale la pena
contarlo a otros?
Cuando nos cuenta una buena historia,
lo primero que hacemos es buscar a quién contársela.
Cri, cri, cri…sonido de grillos.
Mientras reflexionas, te contamos una historia.
Había una vez una emprendedora (por ejemplo, tu) y una marca (por ejemplo, la tuya) con el deseo de cambiar el mundo.
Sin percatarse que un silencioso e invisible apocalipsis de boborritmos llevaba tiempo actuando sin piedad.
Atraída por su sexy y seductora presencia, la emprendedora fue cayendo en sus garras convirtiéndose en una más.
Y como quien no quiere la cosa, se ve sola sin comunidad.
¿Hola…? ¿hay alguien ahí? — grita con un nudo en el pecho.
Silencio.
Y esa mano artificial robando su identidad cada día.
Quitándole esa voz reconocible que solo le pertenece a ella.
¡AI, AI, AI, pobre alma en desgracia!
¿Seguimos?
El final de esta historia no es como te imaginas.
Pero si depende de ti y está justo delante.

¡Eres una cuentista y tienes más cuento que Calleja!
Aunque si ya te lo han dicho no lo escuches
porque te vas arrepentir.
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para averiguar cómo hacer historia.
Escucha las 5 dossis de historias para poner los focos a tu persona.
Aplica una vitamina al día para salvar la conexión y dejar de perder comunidad por no aplicarte el cuento.

Todas las historias son una llamada a la acción.
Y es así. Pero hay una trampa:
Tienes que contar una historia de verdad.
Es la clave de la supervivencia humana.
Las primeras personas del guorld ya empleaban las historias para sobrevivir reuniéndose alrededor de una fogata.
Intentando descubrir como ser más astutas que el león de al lado.
O como en la tribu !Kung empleaban las historias para cautivar a su comunidad.
Sincronizando lo que pensaban, lo que sentían y lo que hacían.
Esto es lo que pasaba.
Y eso es lo que sigue pasando.
Oh vaya, nada ha cambiado.
“Según la Guía de IAB Spain y Mazinn, más del 40% de los clientes declaran que lo que más consumen son las marcas con personalidad, que se muestran tal como son y sin miedo a equivocarse. Una marca que se atreve a contar su historia genera algo más valioso que una venta: genera conexión.Y una buena historia contada siempre encuentra a quien la estaba esperando.”
Y tu a verlas venir hija mia.
Pero mientras dudas, reflexiona esto.
¿Crees que tu marca despierta esa excitante conexión que nos invita a tomar acción?
Chiqui, cuéntala de una vez
Chiqui, cuéntala de una vez

¡Es hora de hacer historia!
Aunque si ya te lo han contado no lo escuches porque te vas arrepentir.
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Algún dia escucharás las 7 buenas dossis de historia para que no se carguen la conexión y atracción con tu comunidad.

¿Recuerdas la historia de esa niña intentando encajar en el mundo?
Érase una vez…
Una niña que vivía en un país llamado Marcalandia.
No era un país cualquiera.
Allí, todas las niñas que nacían tenían una misión.
Ganar el gran concurso anual donde se premiaba a quien lograra contar mejor el mismo cuento.
“Repite conmigo” — aleccionaban desde todos los rincones del país.
Desde pequeña, la niña creció practicando esa lección día y noche.
Pim pam pum.
Hacía lo que le decían.
Se vestía como las otras.
Actuaba como las otras.
En Marcalandia, las niñas se parecían tanto que era difícil distinguirlas.
Se peinaban igual.
Hablaban igual.
Creaban igual.
Cada día lo intentaba con tensón.
Dale que te pego al copia y pega.
Repetía las frases correctas.
Calcaba los pasos ganadores.
Sin embargo, no importaba cuánto se esforzara, nunca ganaba.
Una y otra vez, se quedaba atrás.
Veía cómo algunas subían al podio creyendo que ya lo habían conseguido.
Observaba como otra intentaba ser líder pero nadie la vitoreaba.
Otras agitaban pompones brillantes pero lo que decían no emocionaba.
Y a veces, si alguna se atrevía a contar algo distinto se armaba la marimorena:
“¡Eso no se cuenta así!” — al unísono las voces del jurado la expulsaban.
Y, en silencio, la pequeña se iba sintiendo cada vez más pequeña y triste.
Cada noche, al irse a dormir, un peso terrible en el pecho.
—¿Qué estoy haciendo mal? —se preguntaba con los ojos llenos de preguntas.
Hasta que un día, la niña despertó con una sensación distinta.
Era una voz bajita que le decía de lejos: déjate de cuentos.
Sin pensarlo demasiado, se puso los zapatos más cómodos y se fue a buscar esa voz.
Atravesó los bosques de las redes, donde los “deberías” le asustaban como ramas retorcidas.
Esquivó los trolls de la comparación que le gritaban que no se volviese, que nunca llegaría a ser suficiente.
Cruzó el río de los likes vacíos sin dejar que la corriente la arrastrara.
Hasta que de pronto las vio: dos hadas madrinas.
Vestidas con cicatrices, historia y luz propia.
—¿Qué buscas, niña de Marcalandia? —preguntaron a la vez.
Ella dudó. Tuvo miedo.
Había aprendido a encajar, a contar lo mismo.
Pero respiró distinto y por fin dijo con la voz que siempre había escondido:
— Quiero saber qué tengo que contar — preguntó preocupada.
Las hadas se miraron.
Y sin dejar de sonreir, le respondieron:
—Déjate de historias, hija mía y déjanos mostrarte cómo se cuentan de verdad.
Y así fue como la niña emprendió junto a las hadas madrinas un viaje transformador.
Algo que no estaba en ningún cuento repetido.
Algo que le haría ganar de otra manera.
Descubriendo el secreto de hacer historia.
¿Y lo que ocurrió después?
Eso no se cuenta aquí.
Se susurra en audios más abajo.
Lo revelamos dentro del Club de las Cuentistas.
Exclusivamente para las que estén listas para contarlo.
Ahora zi, contestate con sinceridad:
¿Vas a seguir contando el cuento de siempre o vas a descubrir cómo hacerlo para hacer historia?
